LA TABERNA DE LA TROLA.- "Chu-Lin" y la ardiente pasión.- IN MEMORIAM

Los seguidores de esta saga conocen ya al ganadero de ovino, ese que se dedica a poner herraduras a sus ovejas, una de las cuales parió un "Xatu" (ternero) por no sé qué milagro de la ingeniería genética. La finca donde este "Trolero" redomado tiene sus singulares reses ha sido bautizada con el nombre de "San Cabritu" y, hasta ahora, tenía un vigilante muy especial: "Chu-Lin".
No se trata del mayordomo de Falcon Crest ni ningún otro ciudadano de orígen oriental sino de un perro muy especial.
A este animal se le puede definir como de raza "mil leches", o sea, multiétnico que se dice o "multicultural". Vamos, que tenía un pedigrí cuya amalgama de mestizajes se debía remontar al orígen de los tiempos.
Este perrillo, pequeño y pizpireto, más listo que el hambre, sólo tenía una debilidad: El Amor.
En una finca próxima a "San Cabritu" había una perra de tierna mirada que tenía al "Chino" por la calle de la amargura.
A la mínima oportunidad, nuestro héroe, romántico donde los haya, hacía incursiones clandestinas a la otra finca y, cuando la situación era favorable, ambos tórtolos se dedicaban al amor y la coyunda con gran dedicación y deleite, aprovechando el muy bribón para su conquista que su amada solía encontrarse amarrada, haciéndose mucho más vulnerable a sus galanteos de perro viejo y experto. Bondage creo que se llama esta inocente perversión.
Pero las pasiones desmedidas, los amores intensos y pecaminosos, no sé si por caprichos del destino o por una extraña idea de cruel justicia de la providencia, suelen acabar de forma dramática.
Hace pocos días se declaró un incendio en la finca donde los enamorados daban rienda suelta a sus delirios carnales. Tal debía ser el desenfreno del acto que, ignorantes de la tragedia que se les venía encima, no lograron huir de la quema, seguramente al verse superado el calor de la catástrofe por las llamas desmedidas del éxtasis en el que los sumía la jodienda. Es de todo punto posible que influyera en la desgracia el "efecto anclaje" que suelen sufrir los cánidos cuando consuman tan fogosamente.
El caso es que, de "Chu-Lin" y su amada, no ha quedado ni los collares y deben andar ahora, seguramente evaporados, gozando su amor desmedido de una forma mucho más espiritual por esos prados del paraíso canino.
Al amo del perro se le ve triste aunque creo que lo superará. Ayer mismo ya andaba buscando herraduras de caucho para el asfalto y así poder sacar el rebaño en la próxima cabalgata.
Tórrida aunque dulce muerte. Descansen en Paz.
 

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