Verde, tierno y florido retoño
de mi leñoso ramaje de encina antigua.
Pequeña y brillante esquirla
de mi seca arboladura,
piedra preciosa del carbón fundido
de la entrañable mina materna.
Dame tu mano y ayúdame a llevarte.
Danos fuerzas para el camino angosto
de fonendos y ecógrafos,
de ávidos bisturíes y agujas invasoras.
Se acerca el día de los miedos y los veredictos.
Tu corazón, pequeña barca que no teme las mareas,
tiene una vía insolente y puñetera
que nos llama a volver al astillero.
Batas blancas y verdes,
asépticas mascarillas,
se apilan frías
en los agitados sueños de tus padres.
Soleada Alba de mis días grises,
febrero viene indefectible,
y, pasado el trance,
volverá Abril de trinos y flores,
nos empapará el rocío de tu fresca risa,
derritiendo la escarcha de pánico
que, seguramente exagerada,
hiela el pecho a tus mayores.
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