METAMORFOSIS

Aquella mañana, Don Genaro, se levantó ya un poco revuelto. Una especie de malestar general, revoltura de estómago, picores en varias partes del cuerpo. Lo achacó, como no, al "stress". Últimamente la actividad del Ayuntamiento era frenética en cuanto a proyectos e infraestructuras. El desarrollo de los últimos años lo había convertido en el alcalde más importante de la zona. Además estaba su puesto en el partido. Había ganado responsabilidades en la ejecutiva y hoy, precisamente, venía el gran líder a visitar la provincia y habría acto político, comida de rigor, etc., etc.. Se dio la ducha diaria con mayor fruición que de costumbre, a parte de por el picor, por una sensación de extraño olor corporal que lo perseguía desde la cama. Debía haber tenido fiebre y sudado en abundancia. Pero no podía permitirse enfermar, hoy no, con lo que se le venía encima. Tenía que seguir ganando posiciones y consolidándose como alternativa en la dirección regional. Él se lo merecía, su capacidad como gestor no daba lugar a dudas y su pueblo lo adoraba descartándose toda posibilidad de pérdida de votos. Salió a la calle y el sol, excesivamente luminoso para esta época del año, le cegó momentaneamente. El tiempo está loco. Saludaba a sus vecinos de forma profesional y era amablemente correspondido, como siempre, pero hoy algo era distinto. La gente se le quedaba mirando de una forma extraña durante un tiempo. Debía tener mala cara. "No, si al final va a ser gripe, pero tengo que aguantar y disimular cuanto pueda". Las gotas de sudor frío recorrían los bordes de su impecable cuello blanco de camisa a medida. Por primera vez en su vida comenzó a incomodarle la corbata pero ésta formaba ya parte de él y de la imágen que había infundido en sus electores. Llegó a tiempo al acto, saludos, apretones de manos, sonrisas y el encuentro con el gran jefe. Éste, al saludarle encongió nariz y labio superior de una forma más acentuada que habitualmente. ¿Sería el olor a sudor otra vez?. No podía ponerse nervioso, además un día malo lo tiene cualquiera, ya explicaría a su tiempo lo de su gripe o lo que fuera y todo el mundo lo entendería. Qué coño, a ver si no podía ni enfermar. Llegó la comida y durante la misma tuvo la sensación de que todo el mundo le miraba de forma extraña, incluso parecía que había ciertos chascarrillos a su costa. ¡Bah!, serían delirios causados por la fiebre. A ver si acababa todo y volvía a casa a descansar para "sudar" el catarro a base de caldo. Se disponía a abandonar el lugar, encontrándose bastante peor, cuando aparecieron ellos. Dos tíos imponentes tras sendas gafas negras que le dijeron, en tono neutro pero educado: "Tiene que acompañarnos". "¿Yo?, ¿por qué?". "Pero hombre de Dios, ¿no ha notado que se está corrompiendo a pasos agigantados?. Ya le sale hasta un gusano por la mejilla derecha. Es usted ahora mismo un auténtico Zombie". "Ya sé lo que pasa, los "bananeros" persiguen a la gente que se corrompe de forma natural mientras los que se desmiembran, autocombustionan o incluso se difuminan, salen a la calle".

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