LA TABERNA DE LA TROLA.- "El cura" abducido o "El Triángulo de la Mayacina"
Uno de los ilustres clientes de la Taberna es Tino "El Cura". Éste hombre reúne una serie de características que le hacen un personaje en sí mismo. Es calvo y muy rubio, luciendo ahora una perilla que, de teñirse de negro, sería el mismo Lenin redivivo y mataría de un infarto al "liberal" más pintado, toda vez que su ideología tira por ese camino y su anticlericalismo le ha hecho merecedor del sobrenombre. Por otro lado es pescador de trucha y, ya se sabe, trolero redomado y exagerado de pro.
Cierta noche, encontrábanse unos policías en la Comisaría de la localidad haciendo su turno y, uno de ellos, mirando por la ventana que da a "La Mayacina" (amplio solar municipal, objeto de la más importante obra urbanística orgullo de Alcaldía y de la Ministra de Vivienda, la de los 30 metros...), vió a un paisano, con un brazo en cabestrillo, cruzando dicho solar, con ciertas dificultades de orientación y equilibrio. He de decir que el solar, por encontrarse en obras, estaba debidamente vallado, pero, en Mieres, pónle tú puertas al campo.
Bien, a los pocos segundos, el agente volvió a mirar y no encontró a la persona, haciéndosele imposible que hubiera cruzado a tal velocidad.
Aquello turbaba al agente cuya perspicacia decía: ha desaparecido.
Opciones: O lo habían abducido o se lo tragó la tierra.
Alla fueron dos uniformados a investigar aquel "Expediente X".
Fueron raudos en la resolución del caso, ya que, a los pocos metros, en el fondo de una especie de arqueta de alcantarillado, cableado o lo que fuera, con el diámetro justo para que entre una persona de pié, se encontraba hecho un ovillo el cuerpo intacto de nuestro "Lenin" reencarnado.
El problema logístico que se les presentaba ahora a los agentes era el "rescate". A falta del equipo apropiado, (Comisaría pequeña y modesta), no iban a pedir un helicóptero para sacar al "desaparecido" tal y como andan los presupuestos. Así que se dotaron de una escoba en las dependencias y comenzaron la "negociación". Ésta fue dura, dado que el pescador, cansino por sí ya sereno, se encontraba en un alto nivel de ajerezamiento que acentuaba sus virtudes y no hacía otra cosa que sacar sapos por esa bocaza.
- Agárrate a la escoba, hombre..
- Me sacáis o no, cojones
El peso del siniestrado se había, cuando menos, duplicado y su colaboración con la escalada era algo torpe.
Llegado un punto... conociendo sobradamente el percal, uno de los agentes aconsejó que el mejor remedio era tapar el foso y esperar que a la mañana siguiente, ya sereno, fuera rescatado por los obreros.
Para qué queríamos más, el surtido de blasfemias, insultos y demás barbaridades se derramaba a borbotones por aquella boca de hereje empedernido.
En Mieres nos conocemos todos y ese tipo de cosas, viniendo de donde venían, no se tienen en cuenta, ni por uno ni por los otros.
Al final la "operación", no sin dificultades, llegó a buen puerto.
- ¿Te llevamos a casa?.
- ¿A casa?... Vamos a tomar un "cacharro".
No hace falta ser un especialista en medicina forense para asegurar que, de no haber ido cocido, estado que le facilitó una caída limpia, cual fardo, en aquella "sima", plegando las articulaciones de forma natural y no forzada; se hubiera descalabrado gravemente.
Tardó unos días en reconocer al agente que, tan amablemente, había propuesto sellar el "sepulcro". Cuando, tras árduas investigaciones, lo consiguió por confesión del autor, se tomaron otro "cacharro" para celebrarlo.
Donde fueres haz lo que vieres... sobre todo en Mieres.
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