EL HOMBRE Y LA TIERRA

La fauna ibérica, con lo del cambio climático, se encuentra en ebullición. Las gaviotas aparentan abandonar los escarpados acantilados de la costa extrema hacia "el centro" en busca de vertederos a falta de pescado fresco. Otras gaviotas, aquellas más itinerantes, de visitas esporádicas, siguen chillando, cual ratas aladas, su particular canto de sirena para que nadie se olvide de quién manda y qué es lo que hay que hacer. Quien se envalentona y no parece seguir las consignas del macho galaico es el cormorán levantino que se pone respondón.
Las pacíficas palomas que pueblan los rosales siguen su arrullo inútil alrededor de la víbora que espera el momento oportuno para devorar al gran pichón, que, ya tocado por un reciente mordisco, no ceja en su empeño de convertirla en culebrilla de agua.
Los jabatos hozan entre los cadáveres ante la mirada atónita de sus progenitores.
El zorro norteño se rebela en manada contra los honrados mastines que no les permiten llevarse lo mejor de los rebaños. El más galán de estos cánidos pastores anda confuso y ladra en todas direcciones, en continua contradicción, no se sabe si ansiando cambiar de amo y posición, como ya hiciera en otros tiempos cuando fue gran campeón, aunque tuviera que acabar mordiendo la mano que le dió de comer. 
Mientras tanto, cuervos provenientes de islas celtas, graznan autoritarios, basándose en su dilatada experiencia y empujan al pobre pichón hacia las fauces del ofidio como si este hábitat fuera idéntico al anglosajón y habláramos del mismo tipo de serpiente.
No dejan de pudrirse los nidos y, al menos de momento y por lo que se va sabiendo, las gaviotas se están llevando la palma en cuanto a fétidas puestas, si bien no se descarta que caiga alguna tórtola.
Los verderones de cresta negra invaden las plazas y ensordecen con sus trinos otrora rítmicos y ordenados, ahora desafinando a varias voces, negando su condición de aves ornamentales, arriesgándose a una cacería selectiva y ejemplarizante.
El búho real, majestuoso en su rama, continúa inamovible, aunque atónito, observando el anómalo funcionamiento del ecosistema.
A pesar de las últimas nevadas, el clima sigue caliente, no templa. Las consecuencias en el equilibrio ecológico son imprevisibles o no tanto.
 

3 comentarios :

zalakain dijo...

Todo eso no impide que la evolución siga su curso. Hay íberos que empiezan a cuestionarse su condición humana (han perdido la espada).

Juan Luis Nepomuceno González dijo...

Hombre, mi barojiano amigo, cuanto tiempo sin verle por aquí. Veo por sus comentarios que ha recuperado el tiempo perdido. Si bien, le dedico un post y no me lo comenta y sí lo hace en tromba en el resto.
http://filodespada.blogspot.com/2007/01/cartel-del-da-dedicado.html
Bien, empezaremos por el final. No me cuestiono nada, ni mi condición humana ni ibera. Tampoco he perdido la espada, no ha entendido usted nada.
O yo no me expresado correctamente.

zalakain dijo...

Tal vez yo no le haya entendido. Usted, desde luego, no. No me refiero a su espada. Salta a la vista que, ni la ha perdido, ni hay la remota posiblidad de que la pierda. Es probablemente un apéndice corporal más. Yo me refería a quienes hemos perdido la espada. Sucede que utilizaba el recurso de la falsa modestia para no incluirme en el grupo.