LA ESTACA

Fue el pasado sábado cuando en El Correo se publicó un interesante artículo. Lo firmaba mi amigo Josu Jon Imaz, que, aunque no tiene el gusto de conocerme, es mi amigo, porque me cae bien, y porque me da la gana y lo digo yo y punto, como si no pudiera uno elegir a sus amigos. Y no es que, como muchos de ustedes saben, tenga uno muchos amigos en el mundo nacionalista, más bien al contrario, pero cuando uno ve gente razonable y sensata, en un entorno que poco tiene de razonable ni de sensato, pues hay que reconocerlo, que lo cortés no quita lo valiente.
En dicho artículo, mi amigo Josu Jon, muy bien documentado, por cierto, relata la historia del Ku-Klux-Klan, de su contaminación de las instituciones, y del poder político que llegaron a poseer, y de como hubo que conseguir debilitarlo hasta casi hacerlo desaparecer, mediante la unidad de acción.
No voy a ponerles a ustedes el artículo entero, pues para eso pueden leerlo en el enlace, pero extraeré algunos fragmentos que considero fundamentales:
"Los electos opuestos al Klan eran intimidados e invitados a retirarse si no querían complicarse la vida."
"La clave para desmantelar al Ku-Klux-Klan fue la deslegitimación y la unidad de acción"
"A su vez, la pérdida del poder político local debilitó la potencia de la red de intimidación. La legislación empezó a endurecerse para las amenazas del Klan, y la sociedad que empezaba a surgir después de la Segunda Guerra Mundial con nuevas clases urbanas que veían el fenómeno racial de forma más abierta, contribuyó a deslegitimar y a hacer caduco lo que había pervivido durante décadas como un cáncer del tejido social. Finalmente, el inexpugnable Ku-Klux-Klan, perfecta maquinaria de terror con sus cruces llameantes y sus capuchas blancas, se diluyó al alejarse del poder institucional empujado por la deslegitimación política y social."
Pero el mejor de todos los párrafos, para mí, es el último:
Ningún fenómeno de totalitarismo y amenaza es igual a otro. Pero con determinación democrática, las sociedades terminan venciendo tumores que parecen condenados a la metástasis. Hoy, el Klan son sólo pequeños grupos marginales desconectados entre sí. Nada que ver con el fenómeno que atemorizó al profundo sur de los Estados Unidos hace ochenta años. Y no será el último derrumbe del totalitarismo que veamos. Como cantaba Lluis Llach: «Si estirem tots ella caurà, i molt de temps no pot durar » («Si tiramos todos, caerá, y no puede durar mucho tiempo »).
Pues como soy consciente de que mis escasos e ilustres lectores tienen altas cotas de clarividencia e inteligencia por encima de la media, no voy a descubrirles, como si hiciera falta, el paralelismo que establece mi "amigo" en su brillante artículo a modo de parábola.
Hoy han volado una Casa del Pueblo, causando heridos, que es lo más grave. Hace poco mataron a un hombre por su filiación política, anteriormente a dos jóvenes guardias civiles en Francia, antes a dos inmigrantes ecuatorianos, y así un largo y macabro etcétera que se remonta a la agonía de la dictadura, recrudeciéndose con la llegada de la democracia.
Y el "Klan", con su capucha blanca, pero aquí con txapela, sigue en los ayuntamientos y en las instituciones. Y si bien la inmensa mayoría de los partidos los deplora, o manifiesta condenar sus actividades, no todos tienen la convicción necesaria para expulsar a nuestro KKK de las alcaldías, de los parlamentos y de la vida política y social, mediante la total deslegitimación.
Todavía queda mucho demócrata de libro que no quiere aprender de otras democracias más antiguas que, en algunos temas, no en todos, tienen mucho que enseñar en cuanto a defensa de las libertades.
No todos están dispuestos a tirar de "la estaca".
¿Por qué?.
Y usted. ¿Qué opina?.

4 comentarios :

Gracchus Babeuf dijo...

Pues, sí. Cuando lo describe tan bien, pues me dan ganas de darle la razón. Es una estrategia razonable.

Pero preferiría derrotarlos en las urnas. La auténtica victoria es que se presenten y pierdan estrepitosamente.

No me haga caso, que soy un raro.

Juan Luis Nepomuceno González dijo...

También el "Klan" concurría a las elecciones, hasta que se optó por una solución que resultó satisfactoria.
No obstante, como usted sabe, estaban infiltrados en el tejido social hasta que, una vez aislados, se consiguió que la sociedad reprobara contundentemente sus acciones.
Lo demás, Don Gracchus, son experimentos que yá sabemos fallidos.
Me extrañaba a mí que me diera la razón.
Me conformo con la intención inicial.
Para mí ya es un logro.

Bernardo dijo...

La clave es la desligitimación de la violencia como recurso político.

Es un problema sociológico y cultural, que exige un cambio de mentalidad en Euskadi.

Creo que deberán pasar todavía un par de generaciones, por duro que sea reconocerlo.

PD: ue sepa que tambien le enlazo. Por placer y porque, con semejante pinta, imagino que me tocaría la peor parte si decidiera retarme en duelo a primera sangre.

Por tanto, mejor llevarse bien.

Saludos

Un Oyente de Federico dijo...

No me funciona en enlace con el artículo de Jon Imaz, pero por lo que Ud. expone nos podemos hacer una idea.

Comparar a BATASUNA/ETA con el KU-KLUX-KLAN sería como hacerlo con los MAU-MAU, nada que ver o casi nada.
El KKK era heredero de del esclavismo y el antisemitismo de finales del XIX y principios del XX y el MAU-MAU del colonialismo.
Solo coinciden en ambos y en ETA en el tribalismo genético y cultural con el que se reconocían autorizados para cometer sus atrocidades.

Si se trata de buscar referentes reales a BATASUNA/ETA los tenemos más auténticos en el Nazismo y el Stalinismo, .
Generan un regimen de terror, practicamente insalvable e incompatible con la Democracia que queremos en España ( compatible, sólo, con las “Democracias Populares”). Sabemos de pueblos donde nadie se atreve a presentarse como oposición, ni siquiera se atreven a votar a otras opciones, incluso si no han ido a votar, van a sacarlos a la fuerza de su casa.
Y estamos hablando de adultos.

Imagine Ud. que opciones, pude tener un chaval, con esos criminales, señalándole el camino y vigilando parta que no se desvíe.
Lo razonable es que el chaval, antes que reconocer su debilidad y su miedo, decida autoconvencerse y asumir como suya, la ideología que le obligan a adquirir.
Y si con un extraordinario acto de valentía, la rechazara, se convertiría en un marginado, excluido socialmente, en el mejor de los casos. Sin respaldo alguno, ni siquiera por los autodenominados demócratas, pues estos actos de valentía, les evidencia su miserable cobardía.

Consentir que el Terrorismo sea un opción democrática (ETA o GAL), es un suicidio social.
De hecho, actualmente estamos pagando esos errores.