Allí estaba, al otro lado de la mesa de Ramírez, cabizbajo, Santiaguito, el "Skinhead" local. En la mejilla derecha una definida marca rosada de cinco potentes dedos parecía latir. Contemplándola, Ramírez recordó el momento en que pudo sujetarle la muñeca derecha antes de que sacara de la cintura el cuchillo de monte que iba sin duda destinado al cuerpo de Carlos, el otro protagonista de la sonada pelea en la plaza, el único "okupa" del pueblo. Recordó también el sonido seco de la instintiva bofetada que acabó con Santiaguito rodando mientras el Cabo le desarmaba. Un sonido similar al bofetón que oportunamente Antúnez había propinado a Carlitos cuando lanzaba sus botas militares contra la cabeza del neonazi. Lo del arma le iba a costar más caro al que ahora comparecía ante él pues Fiscalía de Menores decidiría sin duda un internamiento en algún Centro de la Comunidad.
- Bueno, Santiaguito, bueno...
- Santiago, si no le importa...
- Es verdad, Santiago, que yá tienes 16 años y estás hecho todo un hombre... sobre todo para ir armado con un cuchillo por ahí...
- Lo llevo para defenderme de la escoria, de los enemigos de España, de los moros y los negros que apestan nuestro país y de los "guarros" que los defienden. Yo estoy de su parte, Cabo...
- ¿De mi parte?. Pues con amigos como tú para qué quiere uno enemigos. Lo siento, niñato, pero yo no tengo nada que ver contigo, sólo el que tengo que lidiar con tus salvajadas de descerebrado al igual que con las gamberradas del que está ahí fuera, al que le querías meter el puñal que para colmo es tu primo.
- Ese es un "guarro". Un rojo de mierda y un "okupa" amigo de separatistas. Ese sí es su enemigo, y enemigo de este país que va a ir a la mierda, no yo.
- ¿Y a tí quién te ha enseñado esas cosas, pedazo de animal?. ¿Quién anda por ahí llenándote el cerebro de mierda?. En el pueblo no creo, que aquí nos conocemos todos. Seguro que frecuentas algún antro de mala nota por la capital donde te juntas con otros becerros como tú.
- ¿Por qué tiene que insultarme?. Yo soy un español y lo que hago lo hago por España.
- Pues dejad a España en paz que es lo que hace falta, que os dejéis de estupideces y os dediquéis a estudiar. Porque, ¿qué fue de los estudios, Santiaguito?. Tu padre murió reventado a trabajar para darte un porvenir y tu madre fregando portales por ahí para mantener a semejante acémila. Bueno, no tengo más que hablar, dentro de una hora vendrán para llevarte a Fiscalía de Menores a ver qué deciden hacer contigo. A ver si te sirve de escarmiento y cambias de amistades. Y empieza a leer por lo menos, pero no basura, libros de los de verdad que aún estás a tiempo de convertirte en persona.
- Joder, Cabo, si al final hasta la Guardia Civil está infestada de rojos.
- Roja te voy a poner la otra mejilla como vuelvas a pasarte. Anda, espera en el banco de fuera y díle a tu primo que pase.
Al instante entró Carlos, "Karlos" como nombre de guerra, el que había fundado un "Centro Social" en la casa señorial abandonada cuyos legítimos propietarios nunca quisieron denunciar la "okupación", a la espera de conseguir dinero para hacer algún hostal rural o algo por el estilo. De momento no había negocio así que toleraban la usurpación reivindicativa y las juergas y conciertos que organizaba Carlitos.
- Siéntate.- Dijo el Cabo mirando al ceñudo joven.
- ¿Que me va, a torturar?.
- No tengo tiempo, además el "potro" lo están reparando y la batería para las descargas está en el "Patrol". Así que siéntate y deja de decir estupideces.
- Son todos ustedes unos fascistas...
- Mira, en eso estáis de acuerdo los dos primos, mira por donde. Bueno, no tengo tiempo de aguantarte, vuelve al pasillo y siéntate lejos de tu primo mientras viene tu padre a recojerte, que lo tienes contento.
Karlos salió dando un portazo, lo cual provocó que Ramírez se agarrara con fuerza a los brazos del sillón para casi levantarse pero se contuvo y volvió a sentarse.
Haciendo un leve giro de cabeza hacia la cortina que tenía detrás dijo: - Ya puede pasar.
Entonces apareció él, Don Ramón, arrastrando sus 92 años de edad, frotándose los ojos con un blanco pañuelo arrugado. Don Ramón era el abuelo común de los dos implicados en la trifulca, de "Karlos" por parte de padre y de Santiaguito por parte de madre. Los ojos enrojecidos apenas podían retener las prudentes lágrimas.
- Malos tiempos, Cabo, malos tiempos... y malos recuerdos amigo Ramírez, muy malos recuerdos. No hemos cambiado nada... ¿por qué en este puñetero país nos gustará tanto verter la propia sangre?...
- No sea pesimista, Don Ramón, la juventud tiene etapas y todo pasa... esperemos.
- Detrás de Caín siempre hay alguien que le da la quijada... Cabo. Que tenga usted un buen día.
- Igualmente Don Ramón.
Cuando el anciano cerró la puerta se aflojó el nudo de la corbata y desabotonó el cuello de la camisa que le ahogaba. No quería pensar más y abrió su blog a ver qué se le ocurría.
No hay comentarios :
Publicar un comentario