A  oleadas,
 un día  inadvertido,
 a motor  bombeada
 emerge la  hondura
 y te fallan las  exclusas.
 El humo del  tabaco
 ejerce de cabeza  de turco,
 coartada de la  húmeda rojez
 del ojo  contenido.
 Un niño te  mira
 con ojos de  manantial
 y escarba tus  entrañas dolientes
 poseedor de la  verdad,
 la limpia y  afilada,
 único sabedor de  tu mal
 de ida y  vuelta.
 Una  nota,
 monocorde de  canción,
 insulsa  tonada,
 sacude el arpa de  tus tripas,
 enredada,
 desleído  pentagrama,
 atorando el  trago
 que se  instala
 en el centro  convulso.
 Dónde  esconder
 el  grito,
 jauría de  dolores
 no  identificados
 que galopan  costillar.
 Se encarece el  aire,
 respiras  aliento,
 reciclado y  empobrecido
 y la luz no  vulnera
 el denso  visillo
 de un mal  día.
 
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