MADRID, 5 (SERVIMEDIA)
El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, considera que la titular de Fomento, Magdalena Álvarez, ha realizado en conjunto una gestión "brillante", con independencia de los problemas que están teniendo las obras del AVE en Barcelona.
Con independencia de los problemas toda gestión es brillante. Al menos es no reprochable. Donde no hay problemas no hay responsabilidades negativas y el resto de la gestión puede resultar impecable e incluso brillante.
Pero las gestiones suelen ser un cúmulo de acciones y omisiones que devienen en brillantez y a veces en problemas, los cuales son inseparables del conjunto de la gestión y de la responsabilidad adquirida.
Magdalena ha podido hacer muchas autopistas y muchas líneas férreas de forma exitosa y sin problema alguno. Como responsable de las mismas se puede decir que su gestión es brillante, pero solo si solapamos lo ocurrido en Barcelona, que no es moco de pavo. Sólo se puede hablar de brillantez cuando no hay polvo bajo la moqueta, o bajo el andén.
Y es que en Barcelona el brillo es más bien apagado, apagado de apagón y negro de socavón. Es un brillo mate que es lo mismo que decir que hay ausencia de brillo, si no se quiere decir oscuridad absoluta y desastre de chapuza a alta velocidad.
Magdalena la ha cagado, involuntariamente, por supuesto, pero es responsable de la cagada pues son sus ilustres posaderas las que se sientan en el sillón del ministerio que sustituye a los barceloneses cercanías por atascos de autobús. Y está muy bien que el Presidente la defienda, que Rubalcaba también, pero no sé qué tufillo me da el asunto a beso de Judas, y Magdalena se encuentra actualmente en el Huerto de los Olivos, con el petate hecho, esperando el autocar, a falta de cercanías, cuyo horario más convenga a sus jefes.
Pero lo más grave no es que la acaben echando con una palmadita, en la espalda o donde tengan a bien dársela. Lo más grave es que la Señora Ministra no se haya decidido a irse por sí misma tras ver a los millones de ciudadanos catalanes afectados por la parte menos brillante de su gestión. Porque los ministros, además de deberse al Presidente, se deben por encima de todo a los ciudadanos, que son a los que teóricamente sirven, y si éstos están hartos de pedir la “hoja de reclamaciones”, lo mejor es dar el persianazo y cerrar el chiringuito en traspaso, que otro vendrá que lo pueda gestionar o que buena te hará, que nunca se sabe.
No hay comentarios :
Publicar un comentario